Me quedé sin fuerzas, me las robaron,
o se fueron quedando por el camino.
Y poco a poco, salgo del marasmo,
salgo de ese caos en que caí,
ya amanece, la mañana me sonríe.
Asoma la sonrisa a mis labios,
ahora sí miro a esa mujer,
sí, esa mujer de piel de luna
y rizada cabellera azabache, esa sí,
esa mujer de piernas largas y esbeltas,
cuando camina ante mí, sonrío,
me hace sonreír con dulzura,
como cuando se esconde entre mis brazos,
se hace un ovillo en ellos,
y se queda allí agazapada,
mirándome e incitándome al beso.
Me gusta besar sus labios,
morder ese labio inferior,
regordete, seductor, incitante,
deslizar mi lengua por su cuerpo,
de arriba abajo, y luego volver a subir,
recreándome en esos lugares íntimos,
en esos pezones desafiantes y retadores,
besar sus ojos, para que por momentos,
no me mire, pues allí me veo,
tan grande y tan pequeño,
como ella me ve.
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Ains... mi niño sensual-sexual :)
ResponderEliminarQuerote moito e biquiños cálidos y húmedos como cada vez que entro aquí y me emocionas.
¡¡Caray!! Qué maravilla de poema no me extraña nada que te hayas quedado sin fuerzas..., casi me quedo yo al visualizar tus letras tan bien escritas..., pero bien, bien escritas.
ResponderEliminarBesitos.